sábado, 24 de mayo de 2014

La felicidad desde el punto de vista filosófico


La mayoría y la gente más burda ponen la felicidad en el placer; por eso dan a entender su amor a una vida llena de goces. Hay, en efecto, tres géneros de vida que tienen una superioridad marcada: ...el que tiene por objeto la vida política activa y el que tiene por objeto la contemplación. La muchedumbre que, evidentemente, no se distingue en nada de los esclavos, escoge una existencia animal en su totalidad y halla una justificación de ello en el ejemplo de los hombres poderosos que llevan una vida a lo Sardanápalo. Los escogidos y los hombres de acción ponen la felicidad en los honores; ese, en efecto, es, poco más o menos, el fin de la vida política...”2
Aristóteles organiza su propuesta ética en torno al problema de la felicidad, su punto de partida es la convicción que para todos los hombres, en todos los oficios y ocupaciones, lo común es perseguir un fin; en el caso especial de la ética, ese fin que se pretende alcanzar es la felicidad.
Pero debe, entonces, dedicar una buena parte de su propuesta moral a la definición de ese fin, de ese bien, que denominamos “felicidad”. El hombre bueno paraAristóteles, el hombre feliz, es un virtuoso; y la virtud es posible si los seres humanospractican hábitos buenos.
En ese camino hacia la felicidad, Aristóteles describe en los términos de “una teoríadel equilibrio“, el afán por evaluar con el auxilio del entendimiento la opción más correcta; esto es, el justo medio entre dos extremos.
El hombre feliz, es profundamente racional, prudente, reflexivo; alguien capaz de tomarse el tiempo necesario para medir las consecuencias de su acción. Antes de actuar debe aprender para decidir, para optar, para elegir lo bueno, lo correcto; sus armas son el logos (raciocinio) el ethos (conciencia moral) y el habitus (lo que se adquiere).
Actuar bien, moralmente bien, éticamente bien, es hacerlo teniendo en cuenta el “bien común“, el bien de todos; ya que somos animales racionales, sociales y políticos. Nuestra naturaleza nos provee de la posibilidad de pensar y actuar conforme a esa razón; pero es en la polis donde se adquieren los buenos hábitos de convivencia.
Para Aristóteles sólo se alcanza la felicidad en la polis, en ese espacio “entre” los ciudadanos, esa comunidad o koinônia de amigos. Los amigos (ciudadanos libres) se encuentran en un plano de igualdad, hablan la misma lengua, los dirige un logos común. Como su maestro Platón, él concibe al lenguaje como aquello que posibilita desviar la violencia, neutralizar las agresiones. En el discurso se genera la convivencia pacífica, la armonía; es el lenguaje lo que hace posible la política y evita la guerra.
Para alcanzar la felicidad hay que practicar hábitos buenos, justos, equitativos; esos hábitos están sostenidos por actos voluntarios. Los hombres desean voluntariamente el bien común y por ende, persiguen la felicidad a sabiendas que ésta sólo se logra con esfuerzo, con el ánimo templado, con valor. En ese camino hacia la virtud, los seres humanos se dirigen hacia la felicidad. Nadie en su “sano juicio” puede actuar mal, ni prefiere la injusticia, el descontrol, la violencia.
Los daños que nosotros podemos causar en la vida de sociedad son de tres clases; losque van acompañados de ignorancia son faltas involuntarias... Cuando el daño se causa de una manera imprevista, se habla de descuido; cuando se ha causado, no de manera imprevista, pero sí sin intención de dañar, hay falta, pues hay falta cuando el principio de nuestra ignorancia reside en nosotros, y descuido, cuando está fuera de nosotros este principio.
Cuando obramos con pleno conocimiento de causa, pero sin reflexión previa, cometemos una injusticia... Hacer daño a alguien con propósito deliberado es cometer una injusticia...”3
Es así que la ética y la política van juntas, ya que cada acción es como una piedra arrojada al agua, las ondas expansivas son los alcances de ese movimiento. El hombre virtuoso debe actuar entre el exceso y la falta, encontrando el justo medio; debe evitar los extremos, para optar entre el vicio y la virtud.
Al dedicar su pensamiento filosófico en lo concerniente a la ética, a su hijo Nicómaco, Aristóteles entrega a la generación siguiente una idea de felicidad ligada al cuidado de sí y al cuidado del otro; dejando un legado, pero también un mandato. Sólo es feliz el hombre que actúa con cautela y con prudencia, el que puede tomar el tiempo necesario para “saber hacer, para obrar en consonancia con su naturaleza racional y evitar los desbordes del deseo, de la búsqueda de los placeres.


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